Se crió en Palermo con sus padres y su hermana mayor. Cursó sus estudios secundarios en la escuela ORT y siempre tuvo facilidad para los números, pero una vez finalizado el colegio no estaba segura de qué carrera seguir. Su madre, egresada de la universidad pública, le dio una recomendación que Lula incorporó como propia: “Estudiá lo que quieras, pero estudiá en la UBA”. 

Su militancia estudiantil la llevó a encontrarse como presidenta de la Federación Universitaria de Buenos Aires, el año pasado, lo que la puso al frente de las multitudinarias marchas en defensa de la Universidad Pública. Además, logró implementar la Bolsa de Empleo de la facultad, que permitió generar un mayor acceso a puestos laborales; fomentó los voluntariados, las actividades académicas y los intercambios estudiantiles; y fue una de las principales impulsoras del Boleto Estudiantil en la Ciudad, ley que se votó a fines del año pasado en la Legislatura.

“Nuestro objetivo desde el Centro de Estudiantes siempre fue contar las cosas de frente y estar a la par de los alumnos, no por encima de ellos. Así logramos operativizar y concretar una gran cantidad de proyectos que fueron realmente beneficiosos para todos. Nuestra gestión fue un ejemplo de compromiso, transparencia y ganas para mejorar realmente la facultad, no para una campaña electoral”, asegura. 

Hubo un antes y un después en su vida cuando muchos de sus amigos decidieron irse a probar suerte al exterior, desmotivados ante las constantes crisis económicas y la imposibilidad de proyectar a futuro en el país. La militancia de Lula cobró otro significado: “Desde ese momento empecé a decir ‘hay que mejorar este país para que todos los que se fueron por motivos similares, vuelvan’”.

Con el tiempo, ese pensamiento se convirtió en una motivación para orientar sus conocimientos, su capacidad de trabajo y la fuerza que la caracteriza hacia mejoras sensibles para todos los porteños.